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UN RELATO ESCRITO POR ANONIMO
Hola,en este relato cuento sobre los castigos que recibí por parte de mi futura Ama, digo futura porque no era mi Ama todavía, Leila es una Ama madura de unos 48 años, nacida en Colombia y residente en Madrid, es una Ama con experiencia de la cual yo tenía unas ganas enormes de ser su sumiso, pero Ama Leila me rechazaba ya que yo no tenía apenas experiencia.
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Leila me contaba que ella exige mucho a sus sumisos y aplica un nivel alto de castigos del cual yo no aguantaría, pero yo lo seguía intentando hasta que por pesado tuve mi oportunidad, Ama Leila me dio una oportunidad, me dijo que me iba a poner a prueba, sería castigado y marcado por ella, si al final de la sesión aguantaba sus castigos se pensaría el aceptarme como su sumiso.
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Me presente en el lugar y hora indicada por mi Ama, era una casa grande a las afueras de la ciudad, llame puntualmente a la puerta y salió Leila, estaba muy hermosa, estaba vestida de una forma muy atractiva, llevaba un body negro ajustado que marcaba su cuerpo, llevaba unos pantys negros que acababan en unos zapatos de tacón.
Me permitió entrar en su casa y nos dirigimos hacia la planta baja de la casa, bajamos unas escaleras y entramos en un sótano pequeño completamente vacío excepto una silla en el medio y una bolsa con algo dentro. Me ordenó desnudarme, así lo hice, después me arrodille y espere instrucciones, Ama Leila se acercó a la bolsa y sacó unas cuerdas.
– Las manos a la espalda.
Se acercó por detrás de mí y empezó a atarme las manos a la espalda, me apretó las cuerdas con fuerza a mis muñecas, la cuerda me hacía daño en las muñecas, me ató las manos de tal manera que hubiera sido imposible desatarme, después cogió otra cuerda e hizo lo mismo con los pies, me ato por los tobillos los pies, ahora estaba atado con una fuerte presión por las cuerdas en los pies y manos.
– Ahora quiero que te portes bien hasta que vuelva.
Se marchó de la habitación y apagó la luz, me dejó completamente a oscuras y atado de pies y manos, la espera se me hizo muy larga, no se cuanto tiempo estuvo fuera pero fueron varias horas. La luz se volvió a encender y apareció de nuevo Leila, entró en la pequeña habitación y cerró la puerta, sacó de la bolsa un trapo y una cinta de embalar, se acercó a mí, me agarró por el pelo:
Esta es tu última oportunidad si quieres te marchas a casa o sino continuo.
La pedí de una forma respetuosa que continuara y así lo hizo, me introdujo el trapo en la boca, y después de cortar varias tiras de la cinta de embalar y me las coloco en la boca, ahora estaba a su completo control, estaba atado de pies y manos y amordazado. La verdad que yo estaba asustado, no sabía que iba a hacerme y mi miedo aumento cuando saco unos guantes de goma amarillos y un cinturón de cuero fino, se empezó a poner los guantes ajustándose bien los guantes a los dedos y después doblo el cinturón por la mitad y se sentó en la silla.
– Sobre mis rodillas.
Lentamente me intente levantar, tarde un poco no podía apenas moverme y me incline sobre sus rodillas, ella cogiendome por el pelo me acomodo en sus rodillas, con una mano me levanto mis manos de tal manera que dejaba mi trasero ante ella y mi cabeza inclinada hacia el suelo y de pronto recibí el primer azote con el cinturón y acto seguido recibí otro tras otro, recibí los golpes de cinturón con un ritmo muy continuo, apenas llevaría unos pocos minutos cuando mi culo empezaba a dolerme con intensidad y ese dolor fue en aumento, llegó un momento que el dolor era casi insoportable, yo empecé a gritar en mi mordaza para aguantar mejor los golpes...
Leila continuó azote tras azote, tras un largo tiempo pegandome, paró, me bajo de sus rodillas y me puso de rodillas delante de ella, ella me quitó la mordaza.
– Ahora quiero que me digas cuántos azotes has recibido.
Por supuesto que no los había contado a ver que le contestaba...
– Lo siento Ama, no los he contado.
– Entonces tendré que empezar de nuevo.
– No, lo siento Ama no volverá a… ummm
No pude terminar la frase cuando ya tenía de nuevo el trapo en la boca y pego la cinta de embalar de nuevo.
– Empezaré todas las veces que sea necesario hasta que aprendas que debes contarlos”
Me coloco de nuevo en la misma posición y recibí otra vez la azotaina, los azotes eran de la misma intensidad pero para mí era demasiado, yo no paraba de gritar entre la mordaza, no aguantaba más golpes y me esperaba todavía más
.Además tenía que estar concentrado para contar los golpes, los golpes seguían un ritmo continuo y para mi desgracia perdí la cuenta, soporte los azotes, no tenía más remedio, el culo me ardía, me estaba pensando si abandonar cuando me soltara, tras otros largos golpes paro de nuevo y se repitió la situación me puso de rodillas delante de ella y me quito la mordaza.
– ¿Cuantos han sido?.
Yo sabía aproximadamente cuantos habían sido, algo más de 50 azotes, pero no lo sabía exacto.
– Algo más de 50 Ama.
Ella no respondió nada simplemente volvió a amordazarme y colocarme en la misma situación y volví a recibir otra lluvia de azotes, en esta tanda de golpes incluso se me escaparon algunas lágrimas, pero esta vez no se me escapó ni un solo azote, no pude verme el culo pero debía de estar completamente marcado y colorado, cuando se repitió la situación de la pregunta, esta vez si la acerté, fueron exactamente 50 azotes.
– Muy bien cerdo por fin lo acertaste, aunque no me hubiera importado darte más. Ahora te doy unos minutos de descanso y continuamos.
Ella se fue de la habitación y me dejó a oscuras en ella y atado y amordazado con un dolor muy fuerte de culo, esos minutos se convirtieron en bastante tiempo, no se cuanto tiempo pudo pasar hasta que volvió a aparecer de nuevo Leila.
Me cogió por el pelo y me sentó en la silla, ella se recogió el pelo y se puso de nuevo los guantes de goma, ella estaba de pie delante de mí y yo sentado en la silla, con una mano me levantó la barbilla suavemente y recibí un fuerte bofetón y acto seguido recibí otro, ella empezó a acariciarme la cara, sentía su goma en mi cara y cuando menos lo esperaba recibía un bofetón, ella se movía alrededor de mi y me lanzaba bofetadas a la cara, recibí un gran número de bofetadas, pero cual fue mi sorpresa cuando se acercó a mí me quitó la mordaza y:
– ¿Cuantas bofetadas has recibido?.
No lo podía creer, había vuelto a caer en el mismo juego y no las había contado, para evitar llevarme otra tanda de bofetadas pensé que probablemente me había dado los mismos bofetones que azotes.
– He recibido 50 bofetadas Ama.
Lo dije con un tono convencido. Ella me agarró el pelo con agresividad y puso sus ojos a la altura de los míos.
– ¿Crees que tu ama es igual de estúpida que tu?.
– No, lo siento ama.
– Cállate estúpido, no vales ni para contar.
Ella se colocó delante de mí de nuevo y empezó a ajustarse los guantes:
– No han sido 50 imbécil, pero si eso es lo que quieres serán los que vas a recibir.
Recibí bofetón tras bofetón, tanto la cara como el culo me ardían, y ella se la notaba que estaba disfrutando, ella se movía alrededor de la silla, lo único que se escuchaba en la habitación eran sus tacones y el golpe de la goma contra mi cara, ella me acariciaba la cara y me golpeaba de pronto o me tapaba la nariz y me soltaba exhausto y recibía otro bofetón.
Ya debía de llevar varias horas encerrada en aquella habitación pequeña sufriendo castigo tras castigo, cuando al final terminó, ella estaba sudando al igual que yo, se quitó los guantes y se soltó el pelo y me quitó la mordaza.
– Ahora decides, te desato y te marchas a casa habiendo tenido una sesión conmigo o me pides educadamente que quieres ser mi sumiso y quieres continuar.
– Por favor Ama me gustaría ser aceptado como su sumiso y desearía continuar.
– Muy bien cerdo a partir de ahora serás mi sumiso, serás castigado cuando yo desee.
Después de decir esto me introdujo sus guantes en la boca y se marchó de la habitación dejándome allí...